Los
Autonautas no son un grupo normal.
Afortunadamente. ¿Acaso otros reivindicarían con
conocimiento de causa a Estrellita Castro como
icono punk? ¿Quién colaría citas a Paquita la del
Barrio en un trallazo powerpopero? Después de
Radio Futura o Gabinete Caligari, ¿algún grupo
español ha elevado a épica costumbrista los bailes
en la plaza del pueblo? ¿Me pueden presentar a
músicos que alternen en su setlist instrumentales
surferos, rumbas de Los Amaya y sicodelia sin
p?
Cuando pienso en Los Autonautas, que
debutaron allá por 2007 con un disco sin título
pero con temazos como “Eres una desgraciada” o
“Nord”, siempre intento tener presente dos cosas.
La primera, una charla con César (guitarra y voz) en
la que me contó sus años como músico de orquesta
de verbenas; del cantante-patrón que les dejaba
meter en el repertorio algo de rock pero no
negociaba en lo que a pasodobles y coplas se
refiere, que les pedía que llevasen una estampita
del santo para ahuyentar robos, públicos hostiles,
alcaldes insolventes, así como accidentes en la
carretera y en el escenario desmontable. La
segunda, la retahíla de nombres del pop nacional a
los que Clara
(guitarra y voz) ha hecho mucho más que
acompañar: estuvo con Nacho Goberna en su otra
vida tras La dama se esconde; formó La Ruleta
China, un exquisito combo con Fernando Márquez 'El
Zurdo' (La Mode, Paraíso) y Charly Misterio;
solidificó y tensó el sonido de The Monomes; ha
tocado para Kiki d´Aki –atento a sus coros en
“Tiburones blancos”–, Nagasaqui y más cantautores
de los que puedo recordar.
“Tan solo dos
partículas, dos partículas somos”. Es lo primero
que escucharás cuando pongas en el plato “Lo que quiero”, el
segundo disco de Los
Autonautas. Se pueden escribir páginas
y páginas sobre este disco, pero eso lo resume
todo. Grabado durante el verano de 2010 y mezclado
por el maestro José María
Rosillo (La Buena Vida, The Sunday
Drivers), con recursos artesanales y la
auténtica baja fidelidad por bandera, “Lo que
quiero” es el reflejo de César y Clara, dos
compositores con voz propia, que completan las
canciones del otro con una convicción y un oficio
inhabituales en una escena en la que prima el
amateurismo y la mímesis. Nadie podría haber
escrito “Rata de dos patas” o “Tiburones blancos”
más que ellos. No es que sean buenos –que lo son–,
es que son únicos.
Manuel Piñón, octubre 2012,
Madrid
Manuel Piñón escribe en
CINEMANÍA, aunque antes lo hizo sobre música en
EFE EME, On Madrid, Rolling Stone o La Realidad.
Miembro del grupo musical Delco, sufrió en sus
propias carnes la tragedia que supone salir al
escenario tras una actuación de Los Autonautas.
Desde entonces, es oficialmente fan de la
banda.
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