Ha dejado de llover en la ciudad, la
tormenta deja paso a una calma aturdida, desacompasada, y uno busca una buena
canción de archivo que pueda ayudar a describir con palabras un momento como
este. Entonces cae de la nada a mis manos un disco titulado ‘Animalismo’, el trabajo musical de Salvador Tóxico, que está desde YA a
vuestra disposición para escuchar y comprar allá donde estés. Me informo un
poquito y compruebo que es el proyecto musical de Javier Castellanos, guitarrista y uno de los encargados de
producción en Algora, otro grupo a
tener en cuenta siempre y más en este 2013, gracias a su reciente nuevo disco
‘Terrorismo’ digno de obligada mención aparte.
Mientras se carga la primera pista
del disco, leo que estos chicos se pirran por The Cure, Radiohead, Arcade Fire
entre otros, y con semejantes influencias empieza a sonar “El agua y la sed”, un primer corte que se cuela en el ambiente de
esta habitación para convertirse con merecimiento en su banda sonora. Si
buscaba un tema que se mimetizase con esta calma absurda, no habría encontrado
jamás una opción mejor. Mi cabeza se acuerda entonces de algún tema concreto de
Eladio y los Seres Queridos, dejando un mensaje tan positivamente triste como
acústico: “..que no hay nada más que
triste que no ser”. Quizás imaginemos un disco extremadamente intimista,
pero Javier corta por lo sano en “Me voy
a París”, donde el electro-pop y ese inicio a lo “Flaca” del maestro
Calamaro nos anuncia que estamos ante uno de los grandes temas del compacto. El
desamor parece adueñarse de nuestras mentes en un tema que debería estar
sonando ya en salas y clubs alternativos de cualquier ciudad.
“Me
tengo que acostumbrar” nos plantea un entorno cotidiano en el que la vida
evoluciona sin tenernos en cuenta, dando lugar a un bucle sentimental acentuado
en ese punteo que nos transporta al directo de cualquier cantautor, de esos que
tocan en locales pequeños sus historias resumidas en estribillos tan pegadizos como
el sonido de sus viejas guitarras.
“Abisal”
es una viaje a los adentros del desamor, tremendamente infectado de pop
acústico eléctrico. No encuentro otra definición a cortes cantados así,
susurrando, en medio de una atmósfera tan envolvente. Es quizás el tema más pop,
nos recuerda de hecho a temas de La Buena Vida aun dejando a un lado ese toque
minimalista, y es un buen preludio para llegar a “Lo eterno”, que se presenta igual de caótica neutral (guiñazo a Los
Piratas). Perdemos la cabeza, se simplifica el sonido y volvemos al intimismo
de los primeros minutos del disco, buscando un halo de luz al oscuro drama de
los sentimientos de las consecuencias.
Ya en ese momento mi cuarto está
preparado para inundarse. La “Bioluminiscencia”
nos sobrecoge en el lento e instrumental ir y venir de las olas, y esa
relajante sensación nos hace olvidar las gotas de lluvia que parecen volver a
caer tras la ventana. Es entonces cuando casi sin darnos cuenta aparece la
distorsión de la mano de “Nadando al
revés”. Cuajan perfectamente en este instante los riffs de la pista siete,
en el que uno por fin se plantea exigir explicaciones y plantea el duro viaje
de vuelta en busca de uno mismo. En ese fin, entre recuerdos, buscando un nuevo
principio, tratando de pintar un buen final, nace “Magnífico”, un tema positivo en medio de un bombardeo, en el que ‘saber matar el tiempo’ nos ayudará a
sobrevivir.
Y después de haber conseguido tal
hazaña, cerramos los ojos y nos abstraemos de nuestro cuerpo en una especie de
“Bucle” en el que no sabemos muy bien
qué hacer con nuestro inservible yo físico. El ritmo electro es perfecto para
apagar la luz y dejarse llevar por el neón que no deja de crear figuras
abstractas en el techo. Se hace el silencio, y aparece un tema ya conocido
previamente gracias a las redes sociales. “Raro”
se convierte en el telonero de lujo del último corte del disco, un tema en el
Castellanos nos invita a volar, a escapar hacia un lugar desconocido, hacia
nuestro lugar, siempre juntos, “Hoy
quiero afinar mi guitarra en tu oído” es la frase perfecta para dejar paso
a la distorsión final.
El disco llega a su fin con el tema
que da nombre al disco: “Animalismo”
lleva el intimismo a la máxima esencia, nos habla de cuando el amor se
convierte en miedo, de cómo las palabras se convierten en reproches, de cómo el
tiempo se convierte en una cuenta atrás que nunca termina y a la que ni mucho
menos sabemos poner fin. Lo considero, por cómo se ha planteado, que esta
canción resume a la perfección todo este trabajo de Salvador Tóxico, el primero
espero que de muchos, un disco capaz de transportarte tema por tema a
diferentes paisajes musicales que merecen la pena visitar.
Ahora esperamos una gira que los
lleve por medio país, para poder disfrutar de un directo que se presume especialmente
interesante. ¡¡Larga vida a Salvador Tóxico!!
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